Calavera Mexicana de Perla Arroyo. Emblema Seductor.
7 de marzo de 2022

Colaboración

 

La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera.

José Guadalupe Posada.

Texto por: Luis Ignacio Sáinz

Perla Arroyo nos convida su Calavera mexicana sin adjetivos, renuncia a la grandilocuencia de su apariencia para anclar en su sentido y misterio originarios. Rescatar su calidad objetual, sensible pero reflexiva, ante todo estética. Trasciende la banalidad que ha hecho del cráneo un símbolo pueril, carente de contenido pleno. En el caso de esta creadora se trata de mostrar y potenciar un emblema o icono (εικόνισμ, imagen): suma de figura y concepto, que se desempeña como un signo (unión de significante y significado).

Calavera es un sustantivo masculino proveniente del latín calvarĭa, que significa cráneo. Por añadidura calvarium (lugar de calaveras) designará un depósito de huesos, osario, o sitio de penalidades. Miscelánea de huesos de la cabeza articulados, desollados, que responden justo a la voz calavera (testa o casco). Y sin embargo, su fuerza es preponderantemente femenina.

Arroyo desconfía de las apariencias, se empeña en buscar las estructuras de fondo. Menosprecia o desdeña la belleza epitelial, esa cáscara que al contenernos y cubrirnos también nos engaña y aturde, ya que nos ofrece una visión frívola de nuestro ser animado. A contracorriente, en aras de toparse con la solidez primigenia, la habilidad para designar, inventar y analizar el entorno y sus componentes, identifica el tejido óseo que contiene nuestra más preciada joya, el cerebro, y lo corona con un tocado integrado por una miscelánea de especies: mariposa (pāpalōtl), flor (xōchitl), rana (cueyatl) y colibrí (huitzilin). Elementos duales vida-muerte, de género, nexo de lo sagrado y lo profano, tránsito de lo terrenal a lo cósmico y de regreso para cumplir el periplo completo de la weltanschauung (que yo entiendo más como “intuición de mundo” que como “cosmovisión”) mesoamericana: la continuidad sin ruptura de polos que no son nunca opuestos, sino fases del proceso del ser y sus manifestaciones que involucra distintas capas de sentido: intelectual, emocional y moral (Wilhelm Dilthey: Einleitung in die Geisteswissenschaften, 1914).

Semejante desfile de vida ronda por la cabeza pelada, saqueada de sus capas y tegumentos que la suelen proteger y dotar de personalidad única. Sinónimos de armonía y belleza que igual guardan resonancia con las bondades que le atribuye la cosmogonía indígena a esta metáfora de la vida más allá de la vida (tzontecomatl, cráneo; cuaitl, cabeza), su decurso en el peregrinaje en el inframundo (Mictlán). La calavera de Arroyo guarda cierto hieratismo, un no sé qué de sagrada e inmóvil que nos convoca a desentrañar sus enigmas y secretos.

Empero, su representación guarda cierta distancia con la popularidad “esquelética” que le debemos a Manuel Manilla (Calavera tapatía; hoja volante del taller de Antonio Vanegas Arroyo; 1890) y que exaltará al delirio José Guadalupe Posada (Remate de calaveras alegres; hoja volante del taller de Antonio Vanegas Arroyo; 1913).

Manuel Manilla: Calavera tapatía.
Manuel Manilla: Calavera tapatía.
José Guadalupe Posada: Calavera garbancera.
José Guadalupe Posada: Calavera garbancera.

Si bien su fama universal se le debe a Diego Rivera quien la bautizará definitivamente como La Catrina y la hará el centro del Sueño de una tarde dominical en la Alameda central (1947), mural en el que el guanajuatense contó con la colaboración de Rina Lazo, donde aparece por primera vez “la huesuda” de cuerpo entero, vestida, cubierta con una estola de plumas y flanqueada por el artista de niño, abrazado por Frida Kahlo, y el grabador aquicalidense. Carta de naturalización para la muerte buena que en esta su presentación en sociedad la acompañan más de cien personajes de la historia nacional en un batiburrillo excéntrico a más no poder, entre ellos y situados hacia los extremos, Benito Juárez y Porfirio Díaz, mientras posan serios sor Juana Inés de la Cruz, el emperador Maximiliano, el apóstol de la democracia Francisco I. Madero y Hernán Cortés, o el abrazo de Manuel Gutiérrez Nájera y José Martí.

Diego Rivera: Sueño de una tarde dominical en la Alameda central (completo y detalle).
Diego Rivera: Sueño de una tarde dominical en la Alameda central (completo y detalle).

De modo que la representación tridimensional de Perla Arroyo abreva en otras fuentes trasatlánticas: el subgénero de la Vanĭtas (del latín, vanus: vacío), perteneciente a la geografía de la naturaleza muerta, como memoria aleccionadora de lo efímero del poder, la riqueza y la belleza, muy visible en el arte del barroco, surgiendo en Flandes y las provincias del norte, en la actualidad Holanda, para después asentarse por derecho propio en toda Europa. Designación en un principio radicada en el Eclesiastés (Ec. 1, 2): Vanitas vanitatum et omnia vanitas, “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Sentencia senequista que subraya la insignificancia y futilidad de la existencia. Más adelante en el mismo texto bíblico (9: 10) se sentencia: “…porque en el sepulcro, adonde tú vas, no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría”.

Sin aspavientos, Calavera mexicana manifiesta un aire de seriedad y trascendencia, no se pretende lúdica ni coyuntural, sino anuncio de un vitalismo intangible, filosófico, espiritual en sentido lato (alusivo a la dimensión inmaterial, dotada de inteligencia y razón, experiencia sensible, meditativa, alejada de las tentaciones del mundo, la carne y el demonio). Calavera mexicana hace las veces de lazarillo en un viaje a las profundidades, más allá de lo evidente, anclando en el hueso de nuestras convicciones más reposadas y nutrientes.

Vida-muerte, las apariencias engañan, son cáscaras nada más. Los gozos gratificantes a flor de piel que extravían el alma y confunden el espíritu son los enemigos a vencer en las lecciones moralizantes de un género plástico, la vanitas, ligado al barroco como contrapeso a su teatralidad y exceso, estigma del vértigo que anula la reflexión. Frente a la sensualidad dominante que encuentra en la concupiscencia a su campeona en liza, los avisos de lo efímero, esos anuncios de la ruina y la descomposición, alcanzan una dosis nada despreciable de obscenidad macabra, la gratificación del dolor y el narcicismo de la pudrición.

Antonio de Pereda y Salgado: Alegoría de la Vanidad (1632-1636) - Sueño del caballero (1650).
Antonio de Pereda y Salgado:
Alegoría de la Vanidad (1632-1636) – Sueño del caballero (1650).

Perla Arroyo afirma su mexicanidad en el reconocimiento de los aportes de otras latitudes. Su voluntad de saber se complementa y enriquece con las miradas de esos otros que son interlocutores y no adversarios. El carácter sostenido, la naturaleza integral, del pensamiento náhuatl, constituye el eje de vertebración de sus reflexiones visuales, que hacen de ella una digna heredera de los antiguos tlamatinime, esos sabios de la lejanía que “sabían cosas”, y tlacuiloque, esos que escribían pintando, o en este caso esculpiendo y modelando en 3D. La suya es una mirada contemporánea, especie de sincretismo que pone el acento, insisto, en la continuidad dinámica, pues el cambio es un valor inmanente a esta filosofía, donde los accidentes y el azar son valorados e incorporados en el flujo de la realidad representada, como imagen, como reflexión. Este es el universo pleno de sentido de Calavera mexicana.

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